
Después del mal trago de la etapa del día anterior, parecía que las aguas volvían a su cauce.
Con cierta pena dejamos el albergue de Reliegos para llegar, lo antes posible a León. El trayecto en un principio parecía sencillo, pocos kilómetros (26), buen tiempo, suelo favorable, etc. Realmente fue así.

El primer pueblo que pasamos fue MANSILLA DE LAS MULAS, ya de día nos disponíamos a meternos algo calentito “pal “cuerpo.
Después de los cafés de rigor, continuamos el recorrido con la mirada puesta en León.
Con las piernas casi intactas, salimos de bonito pueblo de Mansilla, acompañados por una pintoresca excursión de peregrinos de fin de semana, al parecer del País Vasco.
Después de saludarnos fugazmente, nos enfilamos los tres por la senda que discurre paralela a la carretera, siguiendo la tónica del “Camino” desde que entramos en la provincia de León.
Continuamos hasta el alto del Portillo llegando a los pocos kilómetros a la ciudad que como la mayoría, se convirtió en una pequeña pesadilla hasta que cruzamos sus polígonos de la entrada.
Nos alojamos en un gran albergue (de tamaño). Como los estómagos nos hacían mas ruido que una banda de música, buscando un restaurante donde aliviar un poco estos ruidos y degustar un menú típico de la comarca, a saber, judías blancas con almejas (las cuales estaban ligeramente saladas) y calamares a la romana con patatas fritas. De postre, unas maravillosas natillas-crema catalana (según llevaran encima galletas o caramelo liquido). Eso si, por el módico precio de 850 pts, los tres contando los “bocatas” de la noche. Más felices que unas pascuas al ver el módico precio, nos pusimos a salir del local, cuando el camarero, sin saber como decirlo, nos hizo ver que ese precio era por persona….risas…

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